El nuevo proceso constituyente tiene el desafío de abordar tanto
las tensiones que han causado la actual crisis social e institucional,
como los presentes y futuros que requieren modificaciones en el derecho para
mejorar el bienestar de las personas que habitamos y habitarán en Chile. Entre
las discusiones relevantes, la relación con nuestro medio ambiente es uno de
los temas principales incluidos en la nueva Constitución y, dentro de él, es de
particular importancia el tema del agua.
El
agua es un bien natural escaso y a la vez un recurso estratégico y esencial
para el desarrollo de la vida y del país. Aunque en constituciones anteriores
no se ha tratado profundamente el tema, no es un secreto que el estrés hídrico
es uno de los efectos más graves de la crisis climática y ecológica en nuestro
país. Siendo que, además, la conflictividad territorial en torno al agua ha
sido uno de los temas más importantes en muchos territorios a lo largo de
Chile.
Nos
parece que una nueva Constitución debiera partir de esta realidad para dar con
soluciones razonables que permitan asegurar una distribución justa y un uso
adecuado de las aguas, cuestión que requiere tanto de instituciones específicas
en materia hídrica, como de otras relacionadas al medio ambiente en general y a
la toma de decisiones a nivel territorial.
En
lo que se refiere propiamente a las aguas, si bien la repartición,
administración y gestión del agua puede exceder a una Constitución que
presumiblemente será de normas generales y principios, existen ciertas guías
que debieran incorporarse para asegurar que la legislación sea construida e
interpretada teniendo en cuenta el interés común. Así, por ejemplo, en materia
propiamente hídrica, sería un buen comienzo reconocer que el agua es un bien
que la naturaleza ha hecho común a todas las personas, al que todas las
personas tienen derecho y cuyo uso debe propiciar el bienestar general,
asegurando especialmente el uso humano, el saneamiento y la producción de
alimentos de una forma sostenible.
En
materia ambiental, nos parece clave reconocer la centralidad de las cuencas
como unidades geográficas que requieren de una mirada integrada para el uso
tanto de las aguas como de otros bienes naturales, a la par que se vuelve
importante proteger ecosistemas que son esenciales para el ciclo hídrico, como
los glaciares, humedales y bosques. Para todo esto, el ordenamiento
territorial, que ha sido largamente esperado por actores de todos los sectores,
podría ser una excelente marca del nuevo texto constitucional.
Pero
todo lo anterior estaría inconcluso sin instituciones que se encarguen de que
las cosas sucedan, siendo que tanto a nivel central como regional existen hoy
complejidades a propósito de la inercia constitucional. Una agencia autónoma a
nivel central, mandatada por la Constitución pero creada por ley podría ser una
solución. Un mandato regional o por cuencas para la administración y
ordenamiento, constituiría la solución en el siguiente nivel.
Algunas de las propuestas que acá se enumeran son solo avances complementarios a lo que la normativa ambiental y de aguas ya ha creado, mientras que otras responden a anhelos de larga data para quienes han buscado soluciones en materia de aguas. Incluso algunas de estas ideas fueron recogidas en la propuesta rechazada en 2022 y han sido promovidas también por instituciones internacionales y la academia. Tenemos el convencimiento de que pueden ser deliberadas y acordadas por todos quienes se han propuesto participar del proceso constituyente para tener una mejor Constitución y un país que apunte a un modelo de desarrollo más justo de cara al futuro.
27 de Marzo de 2023